Periodismo poético sobre Turkmenistán

El Protector

En ese país de Asia Central se prohibió la pandemia de Covid-19. (Por Pedro Jorge Solans)
domingo, 11 de septiembre de 2022 · 01:28

Por Pedro Jorge Solans

(Escritor y periodista)

 

El virus estuvo prohibido en Turkmenistán. Su ingreso fue negado

y todas las aduanas aéreas, marítimas y terrestres estuvieron en alerta máxima.

El Protector se adelantó y por la vía del decreto lo deportó

por pedante y portación de misterios de los poderosos

que someten a los pueblos del mundo.  

El virus no fue bien visto en el territorio incluido el infierno.   

Su nombre desapareció de los documentos informativos,

de los hospitales y de las escuelas.

En tanto, las hierbas del protector

Kurbanguly Berdymukhamedov

curaban el aire en Asjabad,

y los enfermos sanaban de palabra o de silencio.

En días inciertos del veinte veinte,

la yuzarlik ascendió a los altares de los precios.

La hierba típica de la región encabezó la receta oficial

y no tuvo techo en su ambición.

Curaba antes que se enfermaran los turkmenos,

y curaba enfermedades del futuro también.

Era todopoderosa, infinita y divina ante las dolencias,

y deseada como nunca por los creyentes

y no creyentes.

El Protector había ordenado beberla en ayunas

para aumentar la resistencia,

y los alumnos eran esperados en las escuelas

con una taza de infusión de yuzarlik,

y los empleados públicos y los soldados

antes de ver el amanecer tenían en sus manos

su taza humeante

 y los elegidos del pueblo elegido acopiaban hierbas

para casos graves.

No obstante, Asjabad tenía frío,

pero Kurbanguly la cubría de bálsamo

y expulsaba los males occidentales

infiltrados por el maligno,

y, ordenó la detención

y aplicación de la pena capital

para cualquier peste foránea

que estuviera dentro del territorio turkmeno,

y que quisiera beneficiarse con las dádivas

del terrón bendito en gas y petróleo.

La protección de Kurbanguly se notó en los edificios

de mármol blanco

construidos para que Asjabad vuelva bella, reluciente y distinguida

como en los tiempos inmemorables,

y vuelva a emerger como la reina de Asia

entre las ruinas de la Ruta de la Seda.

Kurbanguly levantó las manos para que su bendición llegara

hasta los límites de su jardín, excluyendo el desierto

como lo hizo su antecesor

antes que los geólogos rusos golpearan las puertas

del infierno en busca de petróleo y de gas natural,

antes que el fuego les abriera el pozo de Darvazá para mostrar sus dientes.

Asjabad se alejó de Karakum,

la protección no llegaba al infierno  

y las hierbas medicinales de Kurbanguly no crecían en el desierto.

 

II

 

El pozo de Darvazá quedó a la intemperie,

la tierra se tragó el campamento completo de los rusos,

descubridores de la cueva subterránea de gases naturales,

naturalmente peligrosos,

tan peligrosos

como quienes tocaron la cola al Diablo,

y el Diablo se dio vuelta y del susto los rusos escaparon

convencidos que su éxodo extinguiría el fuego en pocos días;

sin embargo, el infierno está vigente con un espectáculo impresionante,

dantesco.

Se lo divisa a 400° de temperatura,

y pese a la huida  

siguen las tiendas y los campamentos 

de turistas pluriculturales,

de aventureros místicos

de creyentes de los fuegos místicos

y se aproximan hasta donde más pueden

para echar demonios,

escupir víboras,

lanzar arañas

y arrojar cucarachas

para que crujan por siempre.

Y los que echaron  

escupieron,

lanzaron

arrojaron

y cayeron también,

 arrastrados por lo que fueron.

 

III

 

Después de los intentos fallidos por apagar el fuego,

el Protector prometió someterlo al maligno

con una ciudad húmeda

floreciente, blanca, bellísima

con altura artística,

que pueda tener hambre, pero no sea fea,

que tenga un puente iluminado que atraviese la dicotomía

crear o plagiar,

que dance entre cráteres y balnearios,

y lleve el mar hasta el desierto

y el desierto hasta el mar Caspio.

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