Salud

Que sucede en el cerebro cuando no dormimos bien

miércoles, 17 de enero de 2024 · 11:01

Investigadores de la Universidad de California, en Los Ángeles, descubrieron por qué cometemos fallos cuando andamos escasos de sueño. Al parecer, dormir poco interrumpe la capacidad de las neuronas para comunicarse entre sí, lo que lleva a lapsus mentales temporales que afectan no solo a la memoria, sino también a la percepción visual. 

Lo que pasa en tu cerebro

Según el estudio, la falta de sueño interfiere con la capacidad de las neuronas para codificar la información que llega al cerebro y hacerla consciente. Esto puede ocurrir cuando un conductor privado de sueño ve un paso de peatones frente a su automóvil, resalta la investigación: “El acto de ver al peatón se ralentiza en el cerebro cansado del conductor. Le lleva más tiempo a su cerebro registrar lo que está percibiendo“, advierte Yuval Nir.

Pero hay más: un segundo hallazgo mostraba que había ondas cerebrales lentas que acompañaban a la actividad de las neuronas. Esas ondas son características del sueño, pero aparecen durante la vigilia cuando dormimos poco, “Las ondas lentas del sueño interrumpieron la actividad cerebral y la realización de tareas”, señala otro de los investigadores. “Este fenómeno sugiere que hay determinadas regiones del cerebro que están dormitando, causando lapsus mentales, mientras el resto del cerebro esta despierto y funcionando como de costumbre”.

Estos hallazgos hacen reflexionar a los investigadores sobre cómo ve la sociedad la privación del sueño. “El sueño inadecuado ejerce una influencia similar en nuestro cerebro a la de beber demasiado. Sin embargo, no existen estándares legales o médicos para identificar a los conductores cansados por dormir poco, como ocurre con los conductores ebrios”, reclaman.

La punta del iceberg

Estudios previos han relacionado la falta de sueño con un mayor riesgo de depresión, obesidad, diabetes, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares, enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, errores médicos o en otros terrenos profesionales.

Epidemia de falta de sueño

Restar horas al sueño pone en serio riesgo al organismo, advertía Mullington. Hay una relación muy clara entre dormir menos horas de las aconsejadas y el aumento de la presión arterial, que está sometida a cambios asociados al ciclo sueño-vigilia, como ha demostrado la propia Mullington y publicado en un artículo de junio 2017 en el “Journal of hypertension”.

En cualquier persona, la presión arterial está sujeta a considerables cambios durante el día y la noche, pero la fuente más importante de variación son los cambios asociados con el ciclo sueño-vigilia, que siguen un ritmo circadiano.
Durante el sueño hay una sustancial caída de la presión arterial, mayor del 10% con respecto a la diurna. Por el contrario, el despertar se asocia con un rápido incremento en los valores de presión arterial sistólica y diastólica, junto con un marcado incremento en la variabilidad de la frecuencia cardíaca y en la agregabilidad plaquetaria.

Está demostrado que la falta de este descenso nocturno de la presión arterial en personas hipertensas tienen valor pronóstico de determinadas patologías. Los pacientes en los que no se produce la caída de tensión arterial nocturna presentan mayor prevalencia de hipertrofia del ventrículo izquierdo del corazón, infartos cerebrales y de enfermedad renal precoz.

El tercer pilar de la salud

Y es que el sueño es el tercer pilar de la salud, junto con la dieta y la actividad física. Los tres influyen decisivamente en salud del corazón y el control óptimo de la presión arterial, dos variables muy relacionadas también con la salud vascular del cerebro (relacionada con algunos tipos de demencias).

La falta de sueño se ha asociado también con mayor riesgo de desarrollar diabetes, que a su vez es un factor de riesgo para el desarrollo de patologías neurodegenerativas como el Alzheimer, al que algunos expertos califican como diabetes tipo III.

Como conclusión, podría decirse que dormir poco de forma continuada resta años de vida porque aumenta el riesgo de muerte en personas obesas, con hipertensión, niveles altos de glucosa en sangre y dislipemias (colesterol y triglicéridos altos). Circunstancias todas ellas que se dan cada vez con más frecuencia en nuestra sociedad, a edades cada vez más tempranas, por el incremento de los hábitos sedentarios y la mala alimentación.

 

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